Oliver Sacks fue un reconocido
neurólogo inglés de origen judío. Y, además, era gay. Murió hace dos años,
luego de publicar un artículo en The New
York Times en el que anunciaba que padecía cáncer terminal, por fortuna,
antes de enterarse le había acabado de escribir sus memorias, En movimiento (editorial Anagrama,
2015). En este libro Oliver Sacks cuenta muchos aspectos de su vida como hijo
menor de una familia de judíos practicantes, como médico, como escritor de
obras de divulgación científica, pero también sobre su vida como homosexual en
unos tiempos en que no había tantas libertades para las minorías sexuales.
La
primera pared con que se topó Oliver Sacks al confesarle a su familia que era
gay fue su propia madre quien, citándole unos versículos de la Biblia, le
contestó: “Eres una abominación”. Y desde entonces Sacks cargó con esa culpa,
por eso no debe extrañar que en una ocasión confiese que llevaba 35 años sin
tener relaciones sexuales. Oliver Sacks nació en 1933, de manera que en los
años cincuenta y sesenta, en su plena juventud y con los deseos sexuales a flor
de piel, podría pensarse que los vivió plenamente pero he aquí que todavía en
esa época la homosexualidad era ilegal en Inglaterra, según una ley bajo la que
habían sido condenados Oscar Wilde y el matemático Alan Turing, así que esa fue
otra barrera en contra de su sexualidad.
Aunque
en la foto de portada (y en otras de los interiores) se le ve guapo y
masculino, montado en una motocicleta, vestido con jeans y chamarra de cuero,
al estilo de James Dean, en realidad Oliver Sacks confiesa que era demasiado
tímido. De allí que también que sus relaciones amorosas no fueran nada
satisfactorias: primero se enamoró de un amigo heterosexual, al que le confesó
sus sentimientos pero éste le contestó que no era como él; y lo mismo sucedió
con otro chico junto con el que hacía deporte. No sólo vivió insatisfecho su
sexualidad sino que además sus relaciones amorosas nunca se consolidaron. Sólo
al final de su vida, según cuenta en otro librito, De gratitud (editorial Anagrama, 2016), mantuvo una relación con el
escritor Bill Hayes.
Las pasiones de Oliver Sacks fueron
otras, como su afición a las motocicletas y a los viajes montado en ellas,
viajes en los que conoció a gente muy pintoresca y por los cuales se mantenía
“en movimiento”, es decir, vivo; y sus éxitos se dieron en su rama: la
neurología, al grado de que la reina Isabel II lo condecoró como Comandante de
la Orden del Imperio Británico. E, incluso, uno de sus libros, Despertares, fue adaptado al cine y
protagonizado por Robin Williams y Robert De Niro. La parte íntima puede ser
incompleta pero al menos en la profesional, Oliver Sacks fue una eminencia.