Gonzalo Rojas, Íntegra, edición de Fabienne Bradu, Fondo de Cultura Económica,
2012; Todavía, edición de Fabienne
Bradu, Fondo de Cultura Económica, 2015.
La prosa de un
poeta, a veces, no se considera dentro de su obra, sin embargo, una y otra establecen
relaciones secretas pero estrechas para esclarecer al otro género literario. La
obra poética del chileno Gonzalo Rojas (Lebu, Chile, 20 de diciembre de 1916-
Santiago de Chile, 25 de abril de 2011), por fortuna, se ha publicado con
cierta frecuencia y por lo tanto es bien conocida en el mundo de habla hispana.
Las ediciones de sus libros y antologías han circulado con bastante fortuna:
pienso particularmente en Antología de
aire (FCE, 1995), en principio publicada en Chile pero que llegó hasta
nuestro país; también en Del zumbido
(FCE, 2004), una bella edición en tres tomos que organiza su poesía
temáticamente, y en Duotto. Canto a dos
voces (FCE, 2005). ¿Por qué, entonces, publicar su obra poética “íntegra”?
También
lo que se ha escrito entorno a su obra ha sido abundante. Por ejemplo, el poeta
uruguayo radicado en México, Eduardo Milán, dice: “la poesía de Gonzalo Rojas
es un híbrido, un híbrido de hablas. Esto último tiene, por lo menos, dos
aspectos. El primero es el aspecto del híbrido especial entre la mímesis del
habla cotidiana y el lenguaje de la poesía de invención” (en Antología de aire). Por su parte, Adolfo
Castañón en la ya mencionada Del zumbido,
escribió: “En Gonzalo Rojas –ya se ha dicho– la oralidad no es gesto sino
además imperativo e impulsivo del ahogado que busca el aire. Puede haber desde
luego, en la raíz de este ademán –que no aspaviento–, una causa digamos
clínica, pero más allá y más acá de esa motivación casi diríase superficial, corre
una comprensión del combate que ha de sostener el poeta contra el idioma
lapidario, contra la esclerosis, contra los despojos nauseabundos de la
elocuencia que lo llevan desde muy temprano a cortarse la lengua y a decirla
entrecortada”. ¿La reunión de la poesía de Rojas cambiaría radicalmente la
opinión que se tiene de su obra?
Para
empezar con las respuestas, hay que decir que nunca es suficiente todo lo que
se haga para difundir la obra de un poeta de la altura de Gonzalo Rojas, o lo
que es lo mismo, siempre hay que volverla a poner en circulación, al alcance
del mayor número de lectores porque su lectura les será deslumbrante,
sorpresiva. Sin embargo, a pesar de todas esas publicaciones, la editora del
tomo, Fabienne Bradu, hace una observación: “muy escasos son los lectores que
tienen en su biblioteca la totalidad de los libros del chileno, y cantidad de
sus poemas habían caído en desgracia o en la sombra del olvido”. Por esa razón
se hacía necesaria la reunión de toda su poesía por mucho que fuera conocida.
Después de leer Íntegra, la visión
que tendrá el lector sobre la poesía de Rojas, entonces, será más amplia, más
completa.
Por
otra parte, Rojas, según dice Bradu en la presentación, “siempre sostuvo que
escribiría un solo libro en su vida: éste, que es la suma de todos sus poemas
y, al mismo tiempo, el único de su autoría que él no conoció”. Aunque alguna
vez, el propio Rojas en su poesía sólo reconoció como suyas “11 líneas, ¿no
basta? Lo demás es pura oralidad en estado salvaje, pero –eso sí– no fárrago.
Ni memorias, oyentes míos, ni para qué decir obras completas. No haya
corrupción”, Íntegra es ese solo
libro de 800 páginas con todos sus poemas, los publicados en libros y, al final
del tomo, los dispersos que nunca fueron recogidos y los inéditos (por ejemplo,
“Festival” poema con el que ganó los Juegos Florales de Iquique en 1935, que
puede considerarse su primer poema publicado y que firmó como Gonzalo Mario
Rojas Pizarro). Al pie de cada uno de los poemas viene una nota de Bradu sobre
el origen del poema (la mayoría de los papeles privados del poeta), dónde fue
publicado (si en revista, en libro o no fue recogido o era inédito), un breve
comentario curioso de Rojas sobre el poema en cuestión o simplemente la fecha
en que fue escrito.
Así,
pues, más que cambiar la opinión que se tiene de la obra de Rojas, Íntegra confirma muchas de las que la
han elogiado, como las de Milán y Castañón. Desde luego, cada lector encontrará
distintas virtudes en esta poesía rica en lenguaje, en temas, en imágenes. Una
obra poética sólida que les será cercana, muy familiar, porque no pocas veces
les parecerá que les habla algún amigo, un viejo juglar que les quiere contar
una ingeniosa historia. Rojas era un poeta cercano a la gente, encantaba a sus
oyentes y desechó el mito de que la poesía es un género elevado que pocos
entienden y al que pocos tienen acceso.
Luego
apareció Todavía, el tomo de su prosa
que puede considerarse la continuación de Íntegra,
pues hay vasos comunicantes entre uno y otro no sólo porque ambas
manifestaciones (“prorsa y versa”, como las llamaba el propio Rojas) provienen
del mismo autor sino porque en varias ocasiones en su prosa puede apreciarse un
rasgo poético: de hecho, en la primera sección de Todavía se reúnen un puñado de poemas en prosa. Lo primero que
llama la atención es que su prosa sea casi tan cuantiosa como su poesía.
Ambos
títulos son muy significativos pues el poeta chileno tenía cierta predilección
por unas cuantas palabras. Sobre Íntegra,
el título general del libro pero que ampara a toda la poesía del chileno, Bradu
escribe: “La escogí sobre todo por ser una palabra esdrújula y porque, a mi
juicio, su bisemia encierra las connotaciones apropiadas para sellar la obra de
Gonzalo Rojas: una poesía honrada, recta, proba, que no transige con ningún
otro ámbito ni compromiso ajeno a ella misma”. Si en el Lebu de su infancia a
Gonzalo Rojas la pronunciación de “relámpago” le deslumbró y le reveló el
conjuro de las palabras, “íntegra” es una palabra esdrújula a las que era tan
aficionado (“ese ritmo esdrujulero”, diría él) y “todavía” es un adverbio de
tiempo que para el poeta significaba la infinitud, o al menos así lo dice en un
poema dedicado al peruano César Vallejo: “El tiempo es todavía,/ la rosa es
todavía y aunque pase el verano, y las estrellas/ de todos los veranos, el
hombre es todavía”.
En
Todavía hay un par de curiosidades
que sin duda llamarán la atención de los lectores de la obra de Rojas: se rescata
un de profundis ante el fallecimiento de Ramón del Valle Inclán “este
incomparable artífice del vocablo español” que puede considerarse su primera
prosa publicada, en 1936, cuando firmaba con su nombre completo, Gonzalo Mario Rojas
Pizarro; por otro lado, están dos cuentos “Carta del suicida” y “El rey de
corazón” escritos en 1939 cuando, hace notar la editora del tomo, Rojas “solía
perder su tiempo en los prostíbulos de Santiago de Chile, entre las filas de la
Mandrágora, en soñar con ser un narrador, y andaba en busca de una voz poética
y del loco amor”. Aunque había perdido su juventud en los burdeles, como él
mismo dice en uno de sus poemas más conocidos, leídos ahora esos dos cuentos
parecería que en ellos ya estaba el germen de su voz poética pues creo que
pertenecen más a la prosa poética, un estilo literario que estuvo muy en boga
en las letras latinoamericanas durante esos años.
El
tomo continúa con una miscelánea de prosas diversas: diarios de su estancia en
Pekín y notas de viaje a Israel; prólogos a sus libros de poesía escritos con
esa oralidad de sus mejores poemas; ensayos y reseñas de poetas tutelares como
Gabriela Mistral, Pablo Neruda, César Vallejo, Octavio Paz y una filosa crítica
a los Poemas y antipoemas, de Parra,
que los enemistó para siempre; discursos para recibir la avalancha de premios
que proliferaron desde principios de los noventa: el Reina Sofía, el Octavio
Paz, el Cervantes que lo hicieron decir “estoy hasta la tusa de los premios”.
Muchos de estos textos tienen una estrecha relación con sus poemas, varias
veces sus prosas esclarecen un poco su poética, iluminan o dan pistas sobre sus
poemas. Así, “prorsa y versa” se conjugan para cumplir el propósito de Gonzalo
Rojas de silabear el mundo.