Un travesti que atiende un salón de belleza, el
cual decora con acuarios de distintos tipos de peces, de pronto se ve en un
escenario muy diferente y el lugar se convierte en un moridero. Hasta él vienen
a morir personas que están en etapa terminal de “el mal”, como él lo llama. El
lugar es eso, un moridero, no una clínica ni un hospital por lo que su
responsable, dice, se ha impuesto la regla de no recibir medicinas ni ningún
tipo de ayuda que no sea económica para comprar comida. Así, mientras la vida
está en las peceras, con peces multicolores, en la sala del antaño salón de
belleza la muerte hace su aparición en “cuerpos en trance hacia la desaparición”.
Todo lo anterior es lo que
cuenta Mario Bellatin en su novela Salón de belleza (editorial Alfaguara,
2016), originalmente publicada en 1996. La novela abre con una cita al escritor
japonés Yasunari Kawabata: “Cualquier clase de inhumanidad se convierte, con el
tiempo en humana”, y eso explica la actitud del responsable del salón de
belleza-moridero quien luego dice: “No sé dónde hemos aprendido que socorrer al
desvalido es tratar de apartarlo, a cualquier precio, de la muerte”. En esta
novela y específicamente en “el mal” se ha visto una metáfora del sida, pues hay
varios guiños fácilmente identificable y en particular porque fue escrita en esos
años cuando a los enfermos no los querían recibir en los hospitales o los
trataban con desprecio, cuando se sabía que “el mal no tiene cura”, dice el
protagonista.
Con esta versión definitiva de Salón de belleza se busca
conmemorar los 20 años de su primera edición, ya que hubo un intento por parte
de Bellatin de hacerlo con otra editorial pero por varias razones esa edición no
fue lo que se esperaba. De manera que es una buena ocasión para releerla, para apreciar
su valor literario más allá de que “el mal” hoy en día sea otra cosa muy
distinta a lo que era hace apenas 20 años. Porque Salón de Belleza es una
novela que ya se considera un clásico contemporáneo de la literatura
hispanoamericana.