sábado, 18 de marzo de 2017

Tomboy


Liz Prince cuenta su historia en Tomboy. Una chica ruda (editorial Alfaguara, 2017) o, para decirlo con otras palabras, ella es una “tomboy”, es decir, una marimacha desde chiquita: prefiere vestir con pantalones, camisas, corbatas y gorras que con vestiditos rosas; tiene el pelo corto y le gusta jugar a las luchitas y a Los Cazafantasmas y en las historias ella quería ser el galán que rescata y despierta a la princesa con un beso, además usa calzones de niño y juega beisbol… En fin, que Liz tiene todo para ser una buena marimacha o machorra. Pero eso, que para una niña podría ser normal dado su inocencia del mundo, causa extrañeza en la demás gente acostumbrada a poner etiquetas y comportamientos a lo que debe ser “femenino”.
            Tomboy es una novela gráfica, de manera que la lectura es más rápida y más divertida pero el propósito es el mismo: hacernos ver a todos los prejuicios y tabús que aún tenemos en torno al género. En un momento, Liz dice que los niños son como las esponjas para lavar los trastes: absorbemos todo aquello que nos enseñan nuestros padres, en la escuela y lo que vemos en los medios, y luego esos niños repetimos y arrojamos esa información al mundo. Así que desde si no te ves y actúas como nos han enseñado desde chiquitos lo que es la norma lo que recibes son comentarios raros o hasta insultos. En ese sentido, Tomboy podría ser una novela que con humor nos pone a pensar en esos problemas de género: lo que está determinado socialmente por ser niña (el rosita de la ropa, jugar a la comidita, ser la que cocina) o ser niño (vestir de azul, jugar a las luchas o a los cochecitos y ser el que provee). Nada de eso, hay que romper con esas barreras.
-->             Además, Tomboy es una fascinante novela gráfica sobre la difícil etapa de la adolescencia, cuando las mujeres empiezan a menstruar, les crecen las bubis y las caderas: Liz no se siente muy a gusto en su cuerpo, ella se niega a crecer y ser mujer, prefiere mantenerse en su apariencia de “niño” o de “chica ruda”. Otra cosa es que a las adolescentes se les enseña a cuidar la virginidad o a perderla, a tener novio o novia, caminar agarraditos de las manos y besarse, pero a Liz eso se le complica porque en la ecuación su apariencia le resta atractivo, así que Tomboy es también una búsqueda de ese primer amor. Finalmente, es una novela gráfica sobre la amistad y la identidad: cuando encuentras al grupo de amigos adecuado en el que ya no te sientes raro, porque todos son raros y todas sus rarezas los hacen tener algo en común. Por todo eso disfruté mucho Tomboy.